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REGALAR JUGUETES BÉLICOS, UNA OPCIÓN MUY RECOMENDABLE PARA ESTAS NAVIDADES

04/12/2008

Jorge Álvarez.- Nacido en Oviedo en 1960. Licenciado en Derecho y Experto en Comunicación Audiovisual. En la actualidad es Secretario Nacional de Acción Política y Comunicación del Frente Nacional.

"REGALAR JUGUETES BÉLICOS, UNA OPCIÓN MUY RECOMENDABLE PARA ESTAS NAVIDADES"

Digan lo que digan todos los presuntos expertos paniaguados del sistema progre-buenista, pocos juguetes son tan instructivos y recomendables como los juguetes bélicos. Desde que la dictadura de la presunta corrección política se asentó en España, una insufrible caterva de psicólogos y pedagogos modernos y progres, con la inestimable e imprescindible colaboración de los periodistas y los políticos, (los Cuatro Jinetes del Apocalipsis actual, las cuatro maléficas “pes”, políticos, periodistas, psicólogos y pedagogos,) arremetió con fiereza contra el juguete bélico. Muchos incautos padres, tal vez la mayoría, han caído en esa trampa y hoy, los niños españoles ya no juegan a ser soldados. ¡Magnífico! dirán los pacifistas babosos de turno. ¡Por fin desterraremos los hábitos violentos de la educación de nuestros hijos! Sin embargo, es un hecho, que la sociedad española es hoy más violenta que hace treinta años. El maltrato es moneda habitual en nuestros hogares. Se maltrata a las mujeres más que nunca (digan lo que digan), se maltrata a los ancianos y se maltrata a los niños. La violencia doméstica, un fenómeno casi desconocido ha entrado de golpe en nuestra sociedad. La violencia juvenil también está alcanzando cotas desconocidas y alarmantes. Niños que maltratan cruelmente a otros sólo para divertirse y que no contentos con ello, graban sus “hazañas” para difundirlas por internet, alumnos armados con navajas en los colegios que aterrorizan a los compañeros y amedrentan a sus profesores, bandas juveniles, drogas y alcohol, botellón asilvestrado y gamberrismo generalizado como diversión de fin de semana... Pero eso sí, pacifismo y antimilitarismo a ultranza. Nunca se han denostado más los valores castrenses que ahora, nunca se han ensalzado y divulgado más los principios antimilitaristas y pacifistas que ahora y nunca la violencia gratuita había estado más generalizada en nuestra sociedad. Las bandas de piojosos peludos que después de consumir cantidades ingentes de drogas y alcohol se dedican a reventar cajeros, arrasar el mobiliario urbano y quemar contenedores, son profundamente pacifistas y antimilitaristas. Prendidas de sus chupas y sudaderas es fácil ver insignias con el símbolo de la paz.

Cuando los niños jugaban a ser soldados en una batalla, cuando veían películas bélicas aptas para menores (de las que, por cierto, ya no se hacen), cuando jugaban con sus ejércitos de soldaditos de plástico, los niños entendían la violencia como un fenómeno ajeno a su mundo. Se trataba de una violencia excepcional fruto de una situación – la guerra – también excepcional. Casi sin darse cuenta aprendían que la violencia ejercida a título individual y caprichoso, fuera de un marco concreto, el marco colectivo de un ejército y el de la excepcionalidad de la guerra, era algo malo. Pero además, los juegos bélicos, el tebeo bélico, el cine bélico, enseñaban a los niños que incluso esa violencia de la guerra debe tener alguna justificación superior, se debe ejercer colectivamente por una causa en la que se cree y no se debe ejercer para obtener beneficios personales ni por placer o capricho. Los juegos bélicos tradicionales de los niños no reproducían nunca los excesos perversos de la guerra; los niños siempre se situaban en el lado virtuoso del héroe que juega limpio, vence a los malvados y es capaz de dar su vida por su patria y por sus camaradas. Estos juegos llevaban además implícitos unos valores que, aunque hoy no suelen ser demasiado considerados por la intelectualidad progre del sistema, resultan muy útiles para socializar a los jóvenes: disciplina, sacrificio, valor, honor, compromiso, compañerismo... Estos valores tradicionales, considerados por las actuales élites dominantes nocivos por retrógrados, son continuamente denostados y escarnecidos por los medios de comunicación de masas. La pérdida y el desprestigio de principios y valores como los mencionados llevan casi de rebote a los jóvenes a asumir los actitudes opuestas: rebeldía frente a toda forma de autoridad, egoísmo, hedonismo, individualismo, nihilismo... Y, paradójicamente, son estos antivalores los que acaban con la capacidad racional de comunicación de los jóvenes, los convierten en autistas vocacionales y, sin ninguna duda, acaban provocando las actitudes violentas que hoy están enquistadas en nuestra sociedad.

Los niños y adolescentes actuales ven en la televisión un montón de violencia gratuita que transcurre en épocas actuales, en ciudades como las nuestras, en barrios y viviendas como las del joven espectador y en las que aparecen asesinos sádicos, de violencia indescriptible y héroes solitarios e incomprendidos que se enfrentan a ellos por las calles utilizando métodos tan abominables como los de los villanos. Esta violencia, a diferencia de la bélica, que se enmarca en contextos históricos pasados y concretos, se digiere infinitamente peor, pues resulta más próxima y real, más “familiar” y cotidiana. Si a ello sumamos las horas que pasarán jugando con una consola de vídeo a juegos que básicamente consisten en dar palizas sin mayor justificación a quien se ponga por delante del protagonista, entenderemos que el niño empiece a no distinguir lo que está bien de lo que está mal, e inconscientemente llegue a reproducir en su círculo de relaciones las actitudes chulescas que suele ver en la pantalla de su televisor o de su ordenador y que pueden desembocar en abierta violencia.

La sociedad democrática sigue transitando por el camino de proscribir todos los valores tradicionales y sustituirlos por un peligroso vacío lleno de tópicos intrascendentes y de consignas publicitarias que sólo pretenden convertir a los jóvenes en adultos individualistas y en consumidores compulsivos. Allá cada uno con su conciencia, con sus valores y con lo que quiera transmitir a sus hijos.

Yo por mi parte, continuaré regalándoles a los míos cascos, gorras, fusiles, revólveres y soldaditos en miniatura, continuaré poniéndoles películas como Objetivo Birmania o Los Últimos de Filipinas y animándoles a que lean mis viejos tebeos de Hazañas Bélicas de los inolvidables maestros Boixcar y Alan Doyer. Y le animo a usted a que no se deje acomplejar por el papanatismo reinante. Que los Reyes Magos les traigan a sus hijos un buen cargamento de juguetes bélicos. Ellos se lo agradecerán y la sociedad saldrá ganando. Seguro.
Autor: Jorge Álvarez
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